Recuerdo con mucho cariño al tío Orlando. Siempre fue muy atento y simpático con todos. Nos recibía en su casa de la población Rancagua cuando pasábamos de viaje a Lumaco. Un tío bonachón. Se fue temprano dejando un gran vacío en los confines de Angol.
Ahora que reflexiono, pienso que estos tíos mayores, están presente con fuerza en mi subconsciente como figuras grandes, producto del respeto, cariño y reconocimiento, que mi propio padre les tenia,y que a su vez nos trasmitió a nosotros. Tío Orlando,nos inculcaba ademas confianza por el trato siempre atento y discreto, con que nos acogía cuando pasábamos por su casa. Tenia la particularidad ademas de tener un notable parecido con mi papa,y ademas por esas cosas de la vida, su esposa, la querida tía Elvira, era muy parecida también a mi mama, tanto en el trato como en el aspecto físico, por lo que siempre nos inspiro tranquilidad en nuestras relaciones de visitas. Tio Orlando, como buen Parra antiguo, también nos mostraba feliz , sus cultivos en el patio trasero de su casa de Angol. Uno de los últimos recuerdos que guardo de el, es en una visita que hice por allá, en esos años en que estaba estudiando en la universidad, en los primeros años de medicina, y como buen estudiante primerizo de esta carrera, andaba atento a detectar enfermedades por doquier,y esa tarde en que compartí la mesa con el tío para la hora de onces, sentado el, en la cabecera de la mesa, frente a mi, tras de una humeante taza de café, llevaba a su boca un pan rebosante de mermelada casera de la tía Elvira, que por cierto estaba exquisita. En este punto, recordé sobresaltado que el tío tenia diabetes, por lo que inmediatamente poniendome alerta , viendo una oportunidad para intervenir, se lo hice presente, haciéndole ver el daño que esto le podía hacer, etc., etc.. El tío me escucho con atención, asintiendo a lo que yo le transmitía, y feliz yo, por estar haciendo algo útil por el, para continuar enseguida tranquilamente devorando el rebosante y dulce bocado que tenia en la mano, del que no quedo ni un vestigio. Tío Orlando, te recuerdo con cariño y te honre, colocando tu nombre a uno de mis hijos, lo que hacia muy feliz a mi prima Camencha. Mario Parra
Somos descendientes de la familia Parra-Chavez de LUMACO, Región de la Araucanía, Chile.
Por este medio estamos uniendo a la familia en torno a sus valores.
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Recuerdo con mucho cariño al tío Orlando. Siempre fue muy atento y simpático con todos.
Nos recibía en su casa de la población Rancagua cuando pasábamos de viaje a Lumaco.
Un tío bonachón. Se fue temprano dejando un gran vacío en los confines de Angol.
Ahora que reflexiono, pienso que estos tíos mayores, están presente con fuerza en mi subconsciente como figuras grandes, producto del respeto, cariño y reconocimiento, que mi propio padre les tenia,y que a su vez nos trasmitió a nosotros. Tío Orlando,nos inculcaba ademas confianza por el trato siempre atento y discreto, con que nos acogía cuando pasábamos por su casa. Tenia la particularidad ademas de tener un notable parecido con mi papa,y ademas por esas cosas de la vida, su esposa, la querida tía Elvira, era muy parecida también a mi mama, tanto en el trato como en el aspecto físico, por lo que siempre nos inspiro tranquilidad en nuestras relaciones de visitas. Tio Orlando, como buen Parra antiguo, también nos mostraba feliz , sus cultivos en el patio trasero de su casa de Angol.
Uno de los últimos recuerdos que guardo de el, es en una visita que hice por allá, en esos años en que estaba estudiando en la universidad, en los primeros años de medicina, y como buen estudiante primerizo de esta carrera, andaba atento a detectar enfermedades por doquier,y esa tarde en que compartí la mesa con el tío para la hora de onces, sentado el, en la cabecera de la mesa, frente a mi, tras de una humeante taza de café, llevaba a su boca un pan rebosante de mermelada casera de la tía Elvira, que por cierto estaba exquisita. En este punto, recordé sobresaltado que el tío tenia diabetes, por lo que inmediatamente poniendome alerta , viendo una oportunidad para intervenir, se lo hice presente, haciéndole ver el daño que esto le podía hacer, etc., etc.. El tío me escucho con atención, asintiendo a lo que yo le transmitía, y feliz yo, por estar haciendo algo útil por el, para continuar enseguida tranquilamente devorando el rebosante y dulce bocado que tenia en la mano, del que no quedo ni un vestigio.
Tío Orlando, te recuerdo con cariño y te honre, colocando tu nombre a uno de mis hijos, lo que hacia muy feliz a mi prima Camencha.
Mario Parra
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