lunes, 17 de septiembre de 2012

Carta a Nelson

Querido primo: Es un agrado conocer tus pensamientos impresos en torno a la figura de Luis Reinaldo, tu padre. Todas aquellas cualidades que enumeras (¿serán aquellas también las tuyas?) como también lo expresó Javier, sin duda que las tuvo y las suscribo. Si lo piensas así tendrás que reconocer o quizás reconsiderar que aquellos nuestros esforzados padres, pertenecieron a una cumbre generacional, y es el momento entonces para que te mires al espejo y al observar tu imagen dirás, si soy así, si he llegado a ser éste hombre en la vida, es gracias a mi padre, por lo tanto, sí que aquella generación fue mejor que la mía. Recuerdo que cuando en su permanente búsqueda por un futuro mejor, llegó trasladado a la Tesorería General de la República en Angol, y en los fines de mes cuando recibía su paga me pedía que lo acompañara a realizar algunas compras, considerando mi opinión sobre todo en la compra de los zapatos de sus hijos varones, para luego el sábado viajar a Traiguén en el tren de las 11,00 hrs. cargado con bultos y maletas, y como siempre con un semblante de satisfacción, al encuentro con su querida y amplia familia, para luego volver en el tren de las 8,00 hrs. de la mañana del lunes a continuar con la labor diaria. Pienso y debido a sus conversaciones con mis padres, que él ya tenía trazado su itinerario en el tiempo y que su destino final debía ser Concepción por la Universidad que allí había y en donde sus hijos podrían continuar sus estudios. ¡No se equivocó!. Todavía recuerdo aquellos días, en nuestras hermosas vacaciones en Lumaco, cuando el tío apareció- después de un viaje en el tren chico con el consabido plantón de siete horas en Sabolla- con María Angélica en brazos, para comentarnos que ella había aprobado el examen de bachillerato. Nuestra alegría fue grande y su orgullo era inconmensurable. El fue mi padrino de confirmación y a cien años de su nacimiento, considero que fue, tal vez, de entre todos sus hermanos el del supremo y permanente sacrificio para lograr los objetivos que se trazó y que sin duda logró y cuando emprendió su último viaje lo hizo satisfecho por el deber cumplido. Nano (un histórico)